Cementerio Municipal
(fuente: Historia de Curicò, Tòmas Guevara)Durante la administración de don José María Labbé se pensó también de un modo El camposanto estaba en este pueblo en el costado poniente de la iglesia a pocas varas de la plaza de armas. Servia, como se comprenderá, de foco inagotable de infección para los habitantes de la villa, a la cual daba el aspecto repugnante y lúgubre, pues la gente del campo esperaba en la calle durante noches enteras que llegara el dia para poder enterrar los cadáveres. Impacientes a veces, los dejaban abandonados, sobre todo a los párvulos, para que el cura o la autoridad ordenasen su entierro. Frecuentemente los sepultureros de la iglesia al remover la tierra para dar lugar a otro cadáver, se encontraban con mortajas, almohadas, pedazos de ataúd y horribles despojos humanos que solían botar a la calle. De esta manera la misma iglesia se convertía en un lugar inmundo, que requería como obra de aseo diario, una prolongada ventilación que arrastrara las pestilencias de la descomposición cadavérica de los fallecidos más pudientes que tenían el privilegio de ser sepultados dentro de la nave misma del templo. |
<<San Fernando,junio 23 de 1848. En atención a que es urgente la traslación del cementerio de Curicó, que al presente se encuentra en el seno de la población, en contravención a lo dispuesto por el supremo Decreto de 31 de julio de 1823, y a que la expresada traslación no puede verificarse sin dictar previamente un reglamento provisorio que determine el orden que debe guardarse en el cementerio, vengo en aprobar en todas sus partes el anterior reglamento que me ha sido pasado por el gobernador e ilustre municipalidad de aquel departamento, debiendo darse cuenta al supremo gobierno para su superior aprobación Devuélvase y anótese. Domingo Santa Maria.- Agapito Vallejo». |
El 15 de junio de este mismo año se inhumó el primer cadáver que debía comenzar el paso de tantas generaciones por aquella mansión de la muerte. Le tocó esta fúnebre prioridad a la párvula Valentina del Carmen Navarro; de los diez cadáveres que siguieron a éste, siete fueron de párvulos, dato revelador que nos prueba que en el movimiento de la población es antiguo y persistente el desequilibrio entre los nacimientos y las defunciones en nuestras clases menesterosas. En sus comienzos, el adelanto del establecimiento permaneció estacionario, sin merecer la atención ni de los vecinos ni de la autoridad, cuya indolencia y falta de respeto por la morada de los muertos llegó hasta el punto de colocar en 1850 dentro de su recinto los toros que debían servir para las lidias del 18 de septiembre. Las primeras sepulturas de familia cavadas en forma de subterráneo con una reja que las rodeaba y una lápida que las cubrìa, fueron las de don Joaquín Riquelme, don Gaspar Vidal y don Ramón Moreira. En estas construcciones funerarias los mausoleos se introdujeron muy posteriormente, aunque no con el lujo y buen gusto con que el arte moderno eterniza las aflicciones del hogar, con motivo seguramente de la falta de artífices competentes. Juntamente con la instalación del cementerio, nació la eterna rivalidad entre el poder civil y el eclesiástico, mezcla de cuestión teológica y pecuniaria. Gobernaba la parroquia de Curicó el cura don Pedro José Muñoz, hombre terco, de carácter difícil, intolerante y tildado en los documentos oficiales de la época de ambicioso y díscolo. Un incidente nos dará a conocer su carácter. Una noche comenzó a censurar desde el púlpito al padre José Argomedo, provincial de la Merced, esta iglesia se había habilitado provisoriamente como curato, por estar en construcción la parroquial. El padre Argomedo que 10 oía, entró a la iglesia y desmintió terminantemente sus palabras. Se formó con este motivo un grande escándalo, y la autoridad eclesiástica mandó instruir un sumario, pueblo, gobernador y municipalidad estuvieron de parte de Argomedo. En 1848 quiso impedir la celebración del aniversario de septiembre por creerlo contrario a la moralidad pública, más sus gestiones fueron del todo desatendidas. Entró, pues, el párroco en competencia con el municipio y el gobernador a propósito de algunos artículos del reglamento, en que se le impedía el cobro de ciertos derechos indebidos. Dirigió desde el púlpito por esta causa invectivas contra el gobernador y los cabildantes. El arzobispo Valdivieso apoyó sus pretensiones y el intendente de Colchagua entró a terciar en el negocio para darle una solución equitativa. |
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